El paseante, el amigo de la infancia y el tipo del batín
Encontróme
en la calle llamada de los Floristas y una idea me sobrevuela de sien
a sien: ¿y si ellos no fueran ellos y fueran aquellos? Con zancada
grácil cruzo por el paso dedicado a los pedestres, sito en la
confluencia de la calle antes mencionada y la calle de los
Estibadores. Y dicha idea se mantiene entre los lugares indicados. Es
en ese momento, ni antes ni después, cuando la mirada de un amigo de
los de antes y la mía se entrelazan. Él se hacía llamar, cuando
éramos amigos de infancia, Gregorio y ahora, por motivos que no
vienen al caso, Lucendo. El caso es que tras el intercambio de
miradas sucede otro de manos, unas palabras compromisarias y un
hasta luego que me dejó un sabor de los llamados agridulces. No dudo ni media milésima de segundo en solicitarle audiencia para tomar un
tentempié en una de las múltiples tabernas que adornan el barrio
llamado de Los Profesionales.
Lucendo
accede, creo que más por no incomodar mi cortesía que por deseo
expreso de su cuerpo y mente. Nótole abstraído en las nalgas de
una señora estupenda que pasa ante el ventanal de la Taberna la
Zurrapilla cuando me señala con angustia a un tipejo que sujeta una farola. El hombre se mantiene en esa postura tocado con un
sombrero de copa y ataviado con un batín de raso rojo mientras
trata de pasar desapercibido leyendo un periódico al revés.
Le
inquiero a Lucendo por sus desvelos a causa de tan peculiar
personaje, ¿temeroso mi amigo de que tras esa estética se esconda
un brutal pergueñador de estafas a empresas hidroeléctricas? ¿o
tal vez se trata de un marido celoso que sigue a ex-Gregorio allá
donde va con la intención de pedirle cuentas por el
mancillamiento de su matrimonio? Ante mis propios desvelos Lucendo se aviene a contarme una asombrosa historia a través de la cual
entenderé, dice, los motivos de su no quietud y ojos exaltados.
Habla
Gregorio, digo Lucendo:
Para cuando el próximo capitulo??
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