Cabrones.

El pasado miércoles en la sala cuarta de la Audiencia Nacional se desarrollaba el juicio contra los miembros del comando Argala, compuesto por Francisco Javier García Gaztelu (Txapote), Andoni Otegi, Oscar Zelarain y Juan Carlos Besance, acusados de asesinar en el 2001 al concejal por UPN en Leitza (Navarra) Jose Javier Múgica con una bomba adosada en la furgoneta propiedad del concejal asesinado. Durante unos instantes los jueces de la sala hablan entre ellos y sin percatarse de un indiscreto micrófono que está abierto se escucha por parte de la presidenta de la sala, Ángela Murillo, un comentario despectivo hacia los acusados. Este hecho ha supuesto que la juez se abstenga en el caso y ceda su lugar a un sustituto, Jose Ricardo de Prada, y que empiece de nuevo el juicio. El comentario en cuestión era el siguiente: “y encima se ríen estos cabrones”. Dejando de lado el buen gusto a la hora de usar el lenguaje hay que reconocer el punto de hartazgo al que puede llegar el ser humano, por muy juez que sea, sobre el comportamiento (no ya intrínsecamente humano, sino de pura educación y respeto en el día a día) de unos fulanos que ya han cometido el delito más atroz (presuntamente) que es el de quitar la vida a alguien por pensar diferente. La juez Murillo explotó ante un micrófono chivato, pero seguramente en casa con su familia y amigos soltará otras lindezas como las que pueden salir de mi boca o la de mi vecino sobre las acciones de estos tipos. No se si habrá alguna sanción hacia esta profesional de la magistratura pero sería injusto si fuera más allá de una simple llamada de atención. El Presidente del Congreso de los diputados, José Bono, ya ha declarado que lo dicho por Murillo es algo que piensan la mayoría de los españoles y es de agradecer la espontaneidad del político en su apreciación pero también sería justo que hablara de otras cosas que piensan la mayoría de la sociedad y que él calla, como la desconfianza a su trabajo y de sus compañeros de gremio.

Hace unas semanas ETA en un comunicado declaró su final. Es, con total seguridad, la mejor noticia en lo que llevamos de democracia pero ha sido silenciada (justamente o no es un tema a reflexionar) por la terrible situación económica que nos ha tocado vivir. Sería injusto hablar de héroes en este final más allá de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y la Audiencia Nacional que han luchado con todas las armas de la ley para cazar y juzgar a los que han asesinado, secuestrado, extorsionado u hostigado a tantos hombres y mujeres que han sufrido durante años la incomprensión de una pequeña parte de la sociedad vasca. La juez Murillo ha formado parte del segundo grupo, no hay que olvidar esto.

Ahora que ETA ha decretado su fin, que no habrá lucha armada y que su intención es pelear por sus fines en los estamentos democráticos deberán sin dilación entregar sus armas, así como los miembros con causas con la justicia pendientes y, sobre todo, pedir perdón a las víctimas y a la sociedad en su conjunto. He leído que algunos presos etarras están tomando conciencia de esto último y que se están produciendo encuentros con los familiares de sus víctimas con el fin de que puedan solicitar ese perdón mirando a la cara de los que han sufrido por sus actos. La grandeza de un pueblo que quiere la paz debe ser proporcional a su capacidad de pedir perdón y de darlo, hay ejemplos en el mundo que nos hacen ser optimistas ante lo que en adelante deberá ser la política antiterrorista del Gobierno entrante, Sudáfrica e Irlanda son buenos ejemplos.

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