Gracias

Cualquiera que haya paseado por las concurridas y turísticas calles del centro de Londres habrá podido comprobar como apenas un leve roce entre dos personas en sentido opuesto suponen una retahíla de disculpas por un hecho fortuito, un excuse me por aquí, un sorry por allá y todos tan contentos siguiendo su camino. En España he visto peleas a puñetazos que han empezado por un accidental tropiezo entre dos machos alfa con ganas de demostrar que esos bíceps van más allá de inyecciones.

Reconozco abiertamente mi maniqueísmo, que ni en la capital del imperio no es tanto el frenesí formal disculpatorio y que en nuestras tierras de toros y exceso de Diputaciones no es tanto el alboroto post-tropezones discotequeros. No soy uno de esos venerables ancianos que ven la jubilación pasar sentados en un banco del parque mientras admiran a chavalas haciendo footing y madres regañando a sus hijos tendentes a la mancha de fácil llegada y complicada salida; decía que no pienso como ellos, que me voy del tema con tanto accesorio, que piensan en el joven como un maleducado alcohólico y yonqui que por desgracia se preocupa más por la Jenny o Vane de turno que por cotizar a la seguridad social para que sus pensiones no peligren... y como puede observar el lector, regreso al extremo.

¿Dónde pretendo ir con tanta vuelta y revuelta? No lo tengo demasiado claro, pero si tiendo a pensar que si diéramos más veces las gracias tendríamos más paz y sosiego interno, lo que redundaría en una conducción de automóviles menos grosera, entre otras cosas. Hoy me ha dado por pensar que si al echar atrás la mirada en busca de recuerdos lo hiciéramos tratando de encontrar los buenos, desechando los malos, no sería mala cosa agradecer con sincera sonrisa a todos aquellos que nos han hecho felices, sea durante quince segundos, quince años o una noche. A veces nos ofuscamos buscando al culpable de situaciones pasadas y el desasosiego nos persigue como un lento pero constante zombie. Dudo que la primera versión del hombre contuviera como parte de nuestro funcionamiento el reprocheitor retroactivo que, como un martillo, golpea de vez en cuando nuestro ánimo en busca de esos cabrones que nos jodieron en algún momento de nuestras vidas. Y para acentuar ese aire cutrecillo a mis expresiones pseudo-inventadas pensemos en instalar en las nuevas versiones el agradecietor para, como el Día (único en su caso) de Acción de Gracias USA, empezar a recordar con una sonrisa un presente incierto y un futuro descorazonador.

Y para dar ejemplo doy las gracias a todos aquellos que pierden unos minutos de su vida leyendo este blog y que con ello me hacen sentir un nudista feliz.

Comentarios

  1. No, gracias a ti por este blog. Cada entrada tuya la devoro con avidez, y aunque no soy de comentar demasiado sabes que siempre tienes un lector fijo en cada actualización.

    Por eso, y por TODO, GRACIAS.

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