Violencia de ida y vuelta.

Recientemente alguien me ha dicho algo que se viene repitiendo en los últimos años, se trata del exceso de información con el que se nos bombardea desde múltiples bases: internet en todas sus opciones (tabletas, móvil, ordenadores); televisión (y sus cientos de canales); prensa escrita, radios, etc. Y mi postura siempre es la misma, ante el exceso siempre debemos anteponer el sentido crítico y la capacidad analítica de lo que se nos envía desde dichas plataformas.

Esta semana hemos tenido la oportunidad de ver casi en directo la muerte de Muamar el Gadafi, el dictador que durante décadas hizo de Libia su cortijo particular. Nadie en su sano juicio puede disfrutar con algo así, por mucho daño que hubiera hecho este hombre en su país y fuera de él (apoyó y financió ataques terroristas en suelo europeo) nunca se debe llegar al punto en que las víctimas se convierten en verdugo. No he podido evitar sentir un escalofrió ante unas imágenes en las que se podía ver a un tipo envejecido por la guerra y suplicante por su vida rodeado por un grupo de rebeldes que le golpeaban, le tiraban del pelo, insultaban o zarandeaban con la única intención de la humillación pública y el escarnio internacional. Quien filmara las imágenes con su teléfono móvil sabía que darían la vuelta al mundo, que no habría informativo en cada rincón del planeta que no diera comienzo la prueba que mostraba el fin del dictador. El hecho de ser capturado en su ciudad natal, que no hubiera huido como otros miembros de su familia y que decidiera resistir hasta el último día nos habla muy a las claras de la personalidad de quien creyó que podría convencer a los rebeldes, incluso en esas circunstancias, que él era el único capaz de encauzar la situación.

La revolución no estalló en Libia por nada, el pueblo ya estaba harto de la manera en que la familia del dictador hacia lo que le daba la gana y controlaba las riquezas de un país con importantes yacimientos de petróleo. Quien sucedió en el poder a un rey (Rey Idris) con la intención de darle Libia a los libios no hizo otra cosa que apropiarse de ella, exprimirla y limpiar su imagen internacional a base de indemnizaciones que lograron, entre otras cosas, ser recibido con honores por medio mundo.

Televisión e internet son importantes canales de comunicación global que esta semana nos han ofrecido un plato degustado por occidente con un rictus de incomodidad y con una amplia sonrisa aquellos que aún tienen que sufrir a esos iluminados que se ven a si mismos como la única solución a su pueblo. Pero insisto en algo, ni en la manera ni en el fondo creo que se haya avanzado mucho en la libertad y democracia en Libia si se hacen juicios sumarios en plena calle como al propio Gadafi y partidarios de este.

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