"Hiroshima mon amour", el amor duele.

Las bombas atómicas que lanzó el ejército norteamericano sobre Hiroshima Y Nagasaki en agosto de 1945 supusieron el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial y con ello el comienzo de un nuevo orden mundial; quince años más tarde una joven actriz francesa participa en una película internacional que se rueda en Hiroshima sobre la paz, conoce a un japonés y empieza así una historia de amor tan efímera como dolorosa por los recuerdos que ambos sacarán a relucir durante las horas que pasan juntos antes de la partida de ella a París para continuar con la filmación de la película.

Ella, Emmanuel Riva, rememora con una interpretación repleta de elegantes matices gestuales un amor de juventud en Nevers, su pueblo natal a orillas del Loira, durante la ocupación nazi en Francia. Se trata de un amor imposible por un soldado alemán que los padres de ella tratan de impedir, pero sólo la trágica muerte de él bajo el fuego de un francotirador lo evitará. La vergüenza de la familia y el pueblo por una deshonrada chiquilla se da de la mano con la tragedia por una sociedad traumatizada por la guerra y la ocupación.

Él, un comedido Eiji Okada, es un arquitecto y político japonés que recuerda con dolor los años en que Hiroshima tuvo que hacer frente a las secuelas de la bomba que cambió para siempre el mundo.

Margarite Duras (autora del guión) traza unos personajes que necesitan de la pasión amatoria en sus vidas, con una intensidad que apenas si les permite disfrutarlo. Los cuerpos desnudos, desprotegidos de esposas y maridos esperantes, son mostrados desde el primer instante para que el espectador no encuentre otra cosa que un deseo consumado. Lo que queda en adelante son los fantasmas del pasado que salen al descubierto en cada esquina de una ciudad destrozada por los recuerdos de una atrocidad injusta y demoledora. Si Duras escribe unos diálogos enriquecidos con miradas y medias sonrisas, Resnais nos regala una dirección de actores intuitiva, como si los ensayos fueran las tomas definitivas, y los recitados fueran lecturas de guión primigenias. La belleza de Emmanuel Riva es fotografiada con primosorosa elegancia por el dueto franco-japonés formado por Michio Takahashi y Sacha Viemy en un blanco y negro evocador de la esperanza y la desesperanza que viven los personajes en una dualidad que les lleva a la máxima expresión del amor doloroso cuando descubren que su historia, como la mismísima II Guerra Mundial, termina en Hiroshima.

Un clásico muy recomendable en una de estas noches de otoño temprano, una de esas películas que nos hace mejor, una experiencia artística, repleta de matices y de una riqueza visual y sensitiva más allá de formalismos y avenencias convenidas.

Un maravilloso primer plato del menú degustación en que espero se convierta el ciclo de cine en que andamos metidos.

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