XV vs. XV.

El próximo fin de semana se disputarán los partidos de cuartos de final del Mundial de Rugby que se celebra en Nueva Zelanda, son ocho selecciones en busca del campeonato y que el azar ha hecho que se enfrenten por hemisferios: por un lado Irlanda-Gales y Francia-Inglaterra; por otro, Sudáfrica-Australia y Nueva Zelanda-Argentina.

No por manido el famoso dicho británico “el fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos mientras que el rugby es un juego de villanos practicado por caballeros” es menos cierto. En el rugby no se conciben las protestas al árbitro en relación a sus decisiones; no existen las agresiones; ni los malos modos al referirse al contrario y no hay peticiones de sanción de un compañero a otro. Es cierto que para quien nunca ha visto un partido de este deporte es complicado de entender lo antes expuesto ya que la imagen preconcebida que tenemos de tal enfrentamiento es similar al de una batalla estilo Braveheart. Y nada más lejos de la realidad.

Desde aquí invito a todo aquel que tenga la oportunidad (ya sea madrugando, 07.00 y 09.30 hora española en ambos casos, o en diferido a lo largo del fin de semana) que vea uno de los partidos antes reseñados entre las selecciones más en forma del mundo: el talento puro de los All Blacks de Nueva Zelanda; la profesionalidad sin fisuras de los Springbocks de Sudáfrica; la clase natural de los XV de la Rosa de Inglaterra; la voluntad inquebrantable de los Pumas de Argentina; la plasticidad de los Wallabies de Australia; el orgullo de los Bleus de Francia; la fuerza de los XV del Trébol de Irlanda y la autenticidad de los Red Dragons de Gales. Y no hay que temer a unas reglas desconocidas, las narraciones están diseñadas didácticamente para que los nuevos aficionados vayan tomando como naturales los términos habituales: melé, medio de apertura, ensayo, drop, linea 22, avant, etc,...

Este juego ha dejado algunos de los episodios más hermosos que se puedan asociar al deporte en su relación a la sociedad, como por ejemplo el uso político que le dio Nelson Mandela al Mundial celebrado en Sudáfrica en 1995 con el fin de unir en un sentimiento común a la población negra, que veía este deporte como propio del apartheid, con los blancos. Y lo consiguió, en gran parte gracias a la consecución del título por parte de los Springbocks. La imagen de Francoise Pienaar recogiendo de manos de Mandela la Copa Ellis cambió para siempre el racismo institucionalizado por la esperanza.

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