Le voyeur.

Primero fue el donde, un elemento con un cometido al nacer distinto a lo que será después de que las manos del artista ejecuten. Pero antes de las manos está la imaginación, esta echa a andar cuando el sitio está decidido. Un soleado día de agosto, con una leve brisa que mueve de su cómodo lugar a las hojas en descomposición. Todo ello sucede pero antes fue el donde. Ya está decidido: una mano de spray sobre el marco, pero antes la cinta de carrocero y papel de periódico para evitar que la pintura llegue donde no debe. El contraluz convierte en anónimo al autor, salvo para el que hace la foto, el que se imagina y ejecuta y la testigo silenciosa y delicada. Cosa de tres, por el momento.


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