Iraq, la administración Bush y nosotros.

La guerra” es uno de esos libros que tras su lectura te deja con una doble sensación agridulce; por un lado te sientes mejor por haber disfrutado de una lectura periodística de primer nivel y por otro te sientes jodido por los tejemanejes descritos gracias a los cuales George W. Bush pudo llevar a cabo su mayor ilusión desde que Saddam Hussein empezara a tocar las narices a los EE.UU., bajo la presidencia de su padre, Georhe H.W. Bush, que no era otra cosa que la invasión de Iraq.

Que el autor del libro sea Bob Woodward debe servir, al menos a priori, para creernos en buena medida lo descrito en él. Ante la descripción pormenorizada de los hechos nos encontramos una cúpula militar dividida ante el modo de desarrollar la lucha contra la insurgencia iraquí (nacida a raíz de una invasión del todo cuestionable en forma y fondo) y el hecho de que uno de los responsables militares de mayor rango que estaba en contra del modo de operar en el terreno, el Almirante William Fallon a la sazón responsable de la Comandancia Central para Oriente Medio, dimitiera por encontronazos varios con uno de los máximos consejeros del vicepresidente Cheney, el general retirado Jack Keane, nos hace pensar que hubo demasiados sinsentidos y muchos mas debates puertas hacia dentro de lo que se pudo vislumbrar durante los peores años de la lucha contra la insurgencia (años 2006-2008).

No quiero cansar al lector con nombres, fechas y datos, para eso está el libro de Woodward, pero si quisiera hacer referencia a un hecho incuestionable en nuestra historia reciente que fue la gran oposición popular y política a dicha invasión. No se trata de pasar factura a quienes decidieron que podríamos ser de ayuda en aquel despropósito pero si es importante recordar y remarcar que la primera decisión que se tomó en en el primer Consejo de Ministros bajo la presidencia de Jose Luis Rodríguez Zapatero fue la de la retirada inminente de nuestras tropas en aquel lugar. Tal decisión nos granjeó la animadversión de la Administración Bush, en parte gracias al barriobajerismo de un ex-presidente resentido llamado Jose María Aznar, incapaz de asumir la derrota de su partido en las elecciones generales de marzo de 2004 tras una desastrosa gestión de los terribles atentados del 11-M. Aunque no sería justo ni para el PP ni para el PSOE decir que el resultado de aquellas elecciones exclusivamente tuvo que ver con dicha gestión, hubo muchos más factores que destrozaron la confianza del electorado en el partido del gobierno saliente.

Ahora que quedan algo más de dos meses para unas elecciones generales, anticipadas debido a la mala situación económica y con la intención de regenerar la confianza exterior (y también interior) en nuestro endeble andamiaje financiero, es bueno destacar algunas de las muchas cosas buenas que ha hecho el PSOE al frente del gobierno, siendo una de ellas, circunscrito a política exterior, la retirada de las tropas de Iraq y la firmeza en tal decisión una vez que la diplomacia estadounidense no dejó de emponzoñar unas, por otro lado, necesarias y estupendas relaciones bilaterales.

Este espero que sea el primero de una serie de artículos que vayan en el camino de resarcir en la medida de lo posible la ignominia a la que se ha visto sometido un presidente valiente y muy necesario para España.  

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