Orlas, birretes y Eisenstein.

Un buen día Justo Gallego decide que quiere construir una catedral con materiales reciclados y sus propias manos, no ha estudiado arquitectura, ni ingeniería,...tan solo tiene la fijación de llevar a cabo su idea a partir de unos conocimientos de albañilería. Todos los materiales que encuentra por ahí le vienen bien, si no es para el pilar será para el claustro, para el pórtico, las torres o lo que sea. Imagino las muchas veces que le han dicho que eso es una locura, que eso no se puede hacer, que si esto que si lo otro. Pero ahí está este venerable anciano de setenta y nueve años construyendo día a día su catedral.
Aquarius hizo un anuncio a raíz del cual la obra recibe numerosos curiosos que han puesto a Mejorada del Campo en el mapa del turisteo mediático, que graciosos esos que le decían al bueno de Justo que eso que pretendía no se podía hacer...

Hace unos días posteaba sobre la necesidad de abrir la universidad a la gratuidad universal, de lo injusto que es el reparto de becas y ayudas y lo mucho que condiciona a familias con el agua al cuello tener un hijo estudiando una carrera, pero al mismo tiempo me pregunto ¿está sobrevalorado un titulo universitario?

Nunca me fiaría de un médico sin estudios, pero es la excepción. Conozco albañiles que tienen un concepto del aprovechamiento del espacio que para sí lo quisiera Norman Foster; a responsables técnicos de fábricas con una capacidad de resolución de problemas innata sin ser ingenieros con título; a músicos virtuosos sin un sólo año de solfeo y a informáticos increíbles sin haber pisado una facultad.

John Ford estaba en pleno rodaje de “La diligencia” cuando un periodista que andaba por el set le hizo una observación sobre la relación del montaje y el gran director de cine ruso S. M. Eisenstein, la respuesta del tuerto fue tajante:

-¿Eisenstein? ¿Eisenstein? ¿Quién coño es ese?

No se si Ford había visto “Octubre” o “El acorazado Potemkin pero tampoco le hizo falta para rodar uno de los western más extraordinarios jamás vistos.

La vocación siempre supera la barrera de la orla y el birrete, uno puede estudiar medicina y ser un excelente comunicador (El Gran Wyoming), o incluso un metadirector superguay como Julio Medem aunque en este caso creo que hemos perdido un médico y ganado un mal cineasta.

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