Reinicio. Apuntes de un verano en descomposición.

Nunca he creido que Enero sea el mes en que empieza un nuevo año, podrá ser de cara al calendario y por Julio César pero en mi fuero interno (y también externo, porque no) el mes en que empieza todo es Septiembre.

Cuando era estudiante porque marcaba el comienzo de un nuevo curso, ya fuera por los exámenes de recuperación (tan recurrentes) o por los preparativos cara a un nuevo comienzo. Cuando estaba trabajando porque era el mes en que nos incorporábamos tras las vacaciones de agosto. Y ahora que no hago ni una cosa ni la otra porque tengo unas ganas brutales que termine el verano y empiece el otoño. ¿Por qué?

Pues porque necesito pasar algo de frío, aunque nunca me ha gustado, y porque estos meses de verano han sido extraños en demasiadas cosas.
Sería injusto si no remarcara lo maravilloso que ha sido relanzar algunas amistades ya oxidadas; potenciar otras hasta niveles de confianza muy elevados; y notar el desgaste en otras que han provocado más desazón que otra cosa.

Durante el curso de turismo que anduve haciendo en primavera queda una excelente amiga, generosa, inteligente y confidente. Una de esas personas que sólo se conocen cada media vida y que espero cuidar como se merece. Ella sabe quien es.

También hay por ahí un profesor de inglés al que le debo algo más que una interesante (y aún escasa) mejora en mi bilingüismo, un asidero inquebrantable ante lamentos pequeños y grandes deseos; un apoyo sin condiciones que marcará parte de mi futuro cercano, espero que hablado en otro idioma..., él sabe quien es.

Mi hermana y amiga, ese talento puro que me ayuda y socorre. Ella no deja de ser incuestionable por lo que es y lo que sabe. Una manera de entender la vida directa y sensible, sin concesiones accesorias, un ejemplo siempre, especialmente estos meses.

Unos días en Granada con dos que son uno, y que comen hamburguesas, un rico arroz y un pescado con demasiada sal y que no supe hacer mejor. Ellos saben quienes son y todo lo que los quiero y admiro.

Un pony que se fue a Benicassim, y que volvió. Y que me regaló no solo una preciosa obra de arte, sino su confianza, talento y magisterio ante la vida. Él sabe quien es.

Una chica lista, inteligente, artísticamente estudiosa, italianizante estímulo con caseras politizadas incluidas. Un descubrimiento en proceso y una sorpresa descomunal en este lodazal del 2011. Córdoba como punto final a su verano, al mio y el comienzo de conversaciones de aprendizaje mutuo y sentido común y comunero. Ella sabe quien es, y cuantas ganas de compartir un te, un café, una cerveza.

Ha habido más, pero no mejor. De lo malo, mejor paso página. De entre los muchos deseos que albergo sólo haré público uno: que pase lo que pase, la razón ha de ser nuestra patria.

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