Los chicos de la prensa (y III).

Harían falta muchos Jayson Blair y Judith Miller para hundir la credibilidad de The New York Times. Dos periodistas que en distinto modo quebrantaron la confianza de una parte de los muchos lectores del periódico más importante del mundo. El primero se dedicaba a inventarse artículos y copiarlos de periódicos con menor repercusión (pero al menos originales en sus textos), la segunda por su defensa equivocada de la guerra de Irak a través de sus artículos en la pre-guerra, reconocido por ella misma una vez despedida de la que fue su casa durante veintiocho años. Pese a ello hoy el Times no ha perdido nada de aquello que le hizo grande: su gran calidad en contenidos y forma, y por su férrea defensa en pos de la libertad de prensa y la democracia.

The New York Times forma parte de ese grupo de la prensa que dignifica su profesión más allá de los focos y efectismos de televisiones varias, otros pueden ser NewYorker, The Washington Post, Der Spiegel, The Guardian o en otro tiempo y espacio también Los Angeles Times y Chicago Tribune. Lamentablemente estos dos últimos han caído en picado en calidad y profesionalidad.

Para comprender mejor lo que para el mundo del periodismo significa el Times basta con echar un ojo al documental de Andrew Rossi “Page One: inside the New York Times”, un ejemplo de buen cine bajo la mirada del departamento de medios del periódico. Durante la hora y media que dura la cinta Rossi nos muestra el trabajo de Daniel Carr, Bruce Headman, Bill Keller o Brian Stelter a lo largo de un año incidiendo en el modo en que otros medios tratan las noticias y reflexionando sobre el futuro de la presa escrita y el periodismo en general.

El caso de David Carr es el ejemplo perfecto del periodista de raza, el rastreador de noticias con olfato innato para tocar las pelotas a quien se ponga por delante con intenciones de joder al personal. Alcohólico y cocainómano rehabilitado en un momento del documental reflexiona sobre cual habría sido su futuro de no centrarse en su profesión y paseando por las calles de su ciudad natal, Minneapolis, señala un sin techo y sin dudarlo un instante: ese, ese era mi futuro.
Carr no solo escribe bonito, es el tipo de periodista de verdad que contrasta la información, ofrece una réplica y avisa de la publicación del artículo en cuestión: como debe ser. No hay inquina ni intenciones veladas en su trabajo, tan solo la verdad. Descarado, con los cincuenta años más cascados que recuerdo y un aspecto como de haber estado de juerga desde los catorce años es alguien necesario en este mundo de mentiras y medias verdades que nos pretende hacer más estúpidos a base de efectos y bisutería barata.

Page One: inside The New York Times, Andrew Rossi, 2011.

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