Solo un deporte.
Publicado el 18/9/2011
Editado el 7/1/2020
Cuentan que si Rafa
Benítez no hubiera estudiado durante semanas el modo en que los jugadores del
AC Milán tiraban los penaltis, sobre todo en tandas de desempate, aquel 25 de
mayo de 2005 en Estambul el Liverpool no habría logrado su quinta Champions
League, o Copa de Europa para los nostálgicos.
Aquella final la ganaban
los rossoneri al descanso por tres a cero con dos goles de “Valdanito” Crespo y
uno del gran Paolo Maldini; no sé qué les dijo Benítez a los “reds” en el
vestuario pero lograron igualar lo imposible: Gerrard, Smicer y nuestro Xabi
Alonso introdujeron la final en el territorio mitológico del recuerdo eterno.
El fútbol se ha
informatizado y no cabe duda que hay entrenadores que se rodean de un grupo de
asesores y ayudantes (ahora llamados scouters) con el fin de sacar el máximo
rendimiento de sus jugadores, el Betis, por ejemplo, cuenta con la ayuda de una
psicóloga que acompaña al equipo allá donde va como en los sesenta había
equipos que se hacían acompañar del capellán.
Pero a veces hay lugar
para el fútbol puro, aquel que regresa al origen para traer lo mejor de un
deporte hermoso y de una plasticidad indudable, como aquella final de Champions
de 1999 (qué tendrá esta competición que tantos ejemplos no ofrece de
fútbol-verdad) en la que el Bayern de Munich veía como el título se les
escapaba de las manos con dos goles en los últimos instantes que sirvieron para
remontar una final que tenían ganada. El Manchester, rival aquella noche, entró
en la historia por su inquebrantable convicción en la victoria. En este caso
los ordenadores, informes y estadística no tuvieron ninguna influencia.
Otro ejemplo de enorme
belleza nos lleva a 2003 y la final de Glasgow que el Real Madrid empataba
mediada la segunda mitad. El Bayer de Leverkusen ponía las cosas difíciles a
los chicos de Vicente del Bosque mientras que un fulano de elegancia
superlativa y talento infinito llamado Zinedine Zidane se elevaba sobre el
césped para arrancar la volea más importante jamás lograda en este deporte, por
la belleza de la ejecución y las consecuencias posteriores. Aunque no
influyeron tampoco las ayudas del neo-fútbol hay que recordar a un portero
suplente que en los últimos minutos de partido detuvo tres balones que con
cualquier otro portero habrían supuesto al menos dos goles, ese tipo era Iker
Casillas y ya nunca más hubo dudas de quien era el portero titular en el Real
Madrid y en la selección nacional.
Hoy en día el fútbol se ha
modernizado, todos los recursos (salvo los ilegales) son puestos al servicio de
un deporte en el que en lo antideportivo es natural e incluso defendido por
según que aficionados. Faltas leves convertidas en lesiones de gravedad, petición
de sanción para el contrario, malos modos en las disculpas y citaciones para la
gresca a la salida del campo han convertido este deporte en el lugar perfecto
para actores y bufones, y no solo en el campo, también en la prensa, gradas y
palcos.
Aún queda mucho para
terminar de robotizar el fútbol, pero nos estamos acercando poderosamente,
aunque por el momento podamos gozar de la clase intermitente de Ozil, la visión
de Xavi, el regate de Messi, el remate de Cristiano, el cambio de ritmo de
Agüero, las estiradas de Casillas,...
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