Almera dice.

Durante mi primer y único año en el IES “Felipe Solís” de Cabra tuve como compañero (y amigo) a un tipo al que todos llamaban por el apellido, Almera.

Eso ya dice algo de la persona en cuestión. Que te llamen por el apellido puede significar varias cosas: que odies tu nombre y hubieras sabido imponer como quieres que te llamen; que sea un apellido tan peculiar que acabe engullendo el nombre que primorosamente te pusieron tus papis o que simplemente la casualidad y causalidad se dan de la mano.

Almera era, y espero que siga siendo (hace años que no le veo), un tipo de carácter, como sacado de una película de Sergio Leone. Y la comparación no es casual, el tío sabia de cine muchísimo y andaba por esa época obsesionado con Eisenstein, Griffith y el montaje paralelo. Leía libros sobre fotografía y teoría del cine y además era un asiduo de puticlubs y borracheras varias.

Me fascinaba como era capaz de hablar de John Ford, “Luz de gas”, Lubitsch y a continuación explicarme las dotes de una brasileña para poner según que cosas en según que sitios.

Nos hicimos amigos, compartimos muchas conversaciones sobre cine, intercambiamos libros y cintas de VHS, clásicos como “Ser o no ser”. Pero ahí quedó nuestra amistad, nunca terminó por forjarse en la barra de un club de carretera.

Además dejó caer, en un pasillo del instituto mientras observábamos a nuestros compañeros de clase, una de las sentencias que más he utilizado desde entonces y seguro que seguiré usando por muchos años: “tontos hay en todos lados”.

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