El factor Petrovic.

Soy de la generación EGB. No se si es mejor o peor que la generación ESO. Para mi son solo siglas que enmarcan unos años en los que lo último que te preocupa es aprobar curso.

No recuerdo con tristeza mis años en el colegio, bueno colegios (pasé por cuatro en ocho años). Tenía mis dos o tres amigos más cercanos, con los que quedaba después de los deberes para jugar al frontón o a las “bolas” (canicas). Comentábamos sobre las chicas como si fueran algo inalcanzable e íbamos al cine a ver películas como “Indiana Jones y la última cruzada”; “El padrino, parte III”; “Los cafazantasmas” o “La hoguera de las vanidades”, todo muy acorde con chavales de doce a catorce años.

Pero sin duda la mayor espina que se me quedó clavada durante mis años en el C.P. “Octavio Augusto” en Mérida fue no entrar en el equipo de baloncesto del colegio. Nunca le perdonaré al profesor de gimnasia, del que no recuerdo el nombre (como con el pin de la Blackberry), no haberme incluido en un equipo lamentable que no ganó ni un solo partido y que lideraba un tipo de mi clase llamado Sergio que era el más guapo y que llevaba a clase unas Reebok “Petrovic” blancas con líneas azules.

Siempre he pensado que el hecho de que no te incluyan en un equipo de mediocres ha de significar algo, pero aún no lo he descubierto: ¿qué soy aun peor que lamentable? ¿qué el criterio de ese profesor de gimansia estaba equivocado? ¿qué era demasiado bueno para el equipo? ¿qué no tenía zapatillas de baloncesto?

Bueno, puede que no jugara en ese equipo pero llevaba a clase una carpeta de los Boston Celtics que mis padres me compraron en la papelería del barrio y que era la envidia de Sergio y sus Reebok “Petrovic”.

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