El Grillo errante.

Tener veintidós años y hacer como que te aprendes de memoria los países de la UE en una clase de sociales por las noches en el IES “Marqués de Comares” habría sido muy deprimente si no fuera porque junto a mi mesa se sentaría una de las personas con las que mejor me lo pasé en aquellos años, Isaac D.G.

Y es que cuando el primer día de clase conoces a un tipo con perilla, zapatos Clarks y una ironía insalubre y altamente estimulante sabes que el curso va a ser divertido.

Ese primer día me contó un viaje entre el esperpento y la iniciación que había hecho meses antes por Canadá, solo y sin hablar una palabra de inglés, para buscar unos viejos amigos de su padre que vivían en lo que viene siendo el quinto pino canadiense. Al final los encontró, y disfrutó del trabajo en una granja-aserradero que le hizo pensar lo bien que estaría en España en ese momento.

Las anécdotas de viajes, lecturas y de la mili me calaron hondo (las de la mili, no), tanto es así que dos meses después volábamos a Londres junto a mi hermano para comprar en alguna librería de segunda mano algo de su admirado Victor Hugo y conocer el lugar donde Baden-Powell instauró los Boy Scoutts (entre otras cosas)

Recuerdo que uno de los primeros días de curso le llevé a su casa en el Seat Panda de mi madre y me explicó con toda la naturalidad del mundo que andaba leyendo las obras completas de Emile Zola. Alguien que lee a Zola, le gusta el ejército y además es Boy Scoutt a veces deja de ser uno mismo para convertirse en un personaje de Juan José Millás.

Yo leo no por Isaac, en mi casa siempre se ha leído y ha habido muchos libros, periódicos y revistas; pero la verdad es que una de las personas que más me han influido a la hora de mostrar en público aquello que alguna vez he escrito, o escribiré, es él, con quién tengo un pacto incumplible que nos obliga a escribir el prólogo del libro que escribamos en un futuro.

Lo último que supe de él es que había ingresado en el ejército y formaba parte de la Guardia Real del Palacio de la Zarzuela. Me gusta imaginarlo en la garita leyendo a Dumas o Breat Easton Elllis.

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