La cucharilla de café en el fregadero.

Podría ser que abres el frigorífico una tarde de julio a cuarenta grados y ves una jugosa, y última, tajada de un melón que al abrirlo ha demostrado ser el mejor del verano: puedes engullirlo sin contemplaciones o puedes dejarlo en el frigorífico para tu padre, tu madre o tu hermana. Tienes dos opciones.

Sabes que tienes todas las opciones para llegar a la cama con esa chica tan atractiva y lista que te han presentado esa noche de sábado, ella te ha enviado todas las señales para asegurarte que a la hora de lanzarte a su cuello al llevarla a casa no va a rehusar tus dentelladas, pero decides no hacerlo.

Puedes decirle a tu seguro y el contrario que te duele tanto el cuello desde que tuviste el accidente que has sido incapaz de volver a conducir, llevar a juicio a todo cristo para sacar una buena tajada de una mentirijilla que sólo afectará a los accionistas en su cuenta de resultados. O puedes no hacerlo.

Uno puede optar en muchas de las situaciones que se nos presentan en la vida y hay quien se empeña en tomar la políticamente incorrecta a sabiendas de los nefastos resultados que tendrá: ya sea sobre su conciencia (fundamentalmente) o algún perjuicio que obtendrá un tercero por su acción. Y el que se afana en tomar esas decisiones piensa para sí, y quien quiera escucharle, en lo maravilloso que es tener el poder de hacer algo y no hacerlo; algo parecido a lo que debieron sentir esos tipos en los campos de exterminio ante la decisión, aleatoria y salvaje, de salvar de un tiro en la cabeza a judía guapa o judío bufón.

Hay una estúpida máxima que me viene a la cabeza: la mitad de la humanidad se pasa la vida planeando joder la vida a la otra mitad, ¿pesimista?...y una mierda!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jodido

El trabajo más hermoso del mundo

Consecuentes