Aplicaciones y consecuencias del sentido común.


Mi abuelo era un estimado constructor de pisos en la Úbeda de los setenta. Sus pisos hoy se conservan en un excelente estado por el buen uso que se hizo en su construcción de buenos materiales.
A finales de los setenta España vivió una terrible crisis económica que obligó a mi abuelo y su socio (su hermano) a cerrar el negocio y dedicarse a otros menesteres. Pero hay algo que siempre tengo presente a la hora de recordarlo: su honradez extrema que le llevó, afortunadamente, a vivir bien pero siempre por debajo de la riqueza que pudo amasar y nunca consideró.

Mi madre me cuenta que no es que mi abuelo fuera un comunista furibundo que construyera pisos para el proletariado a precio casi de coste, al estilo del alcalde de Marinaleda y sus casas cooperativa, sino que cuando proyectaba la construcción de un edificio de viviendas siempre ponía un precio razonable acorde al sentido común. Ganaba su empresa, vendía todos los pisos, y ganaba el comprador que adquiría una estupenda vivienda que si podría pagar.

Además tanto mi abuelo como su hermano siempre se quedaban con un piso cada uno (como mínimo) no para especulación posterior sino para sus familias, puro sentido común.

Mi madre siempre cuenta que que mi abuelo podría haberse enriquecido exponencialmente ya que por los primeros setenta la demanda de las viviendas que construía era muy alta, por su calidad y precios, y que incluso tenía lista de espera. Si hubiera subido el precio de los pisos (aunque fuera un pequeño porcentaje) y en lugar de hacer la venta sobre plano la hubiera hecho posteriormente hoy nuestra herencia sería mayor. Pero mi abuelo no lo quiso así, y no por desconocimiento o mala gestión, por pura honestidad y una firme creencia en que era la mejor manera de ganar todos.

Me gusta pensar que el caso de mi abuelo y sus honradez en los negocios no es única, pero es imposible no pensar que si su aplicación del sentido común se hubiera llevado a cabo más por aquellos años España, quizás, no habría vivido una crisis tan espantosa. Ni que decir tiene que la que vivimos ahora, con mayor parte de culpa del avaricioso sector inmobiliario y bancario, tampoco se habría producido en los términos actuales si, como mi abuelo, la codicia no existiera en el sector propiciatorio de la situación en que nos encontramos en la actualidad.

No siempre más es mejor, del mismo modo que no siempre los buenos ejemplos se siguen como debieran. Nunca he escuchado a mis padres hablar con reproche de la actitud frente a los negocios de mi abuelo, más al contrario, preferimos una herencia honrada a una consagrada al saqueo indiscriminado.

Comentarios

  1. La especulación que hemos vivido con el tema de la vivienda ha sido atroz. Generamos un monstruo (cuan Leviathan) que se retroalimentaba asi mismo constituyendo el pilar maestro sobre el que se ha construido la economía de nuestro país en los últimos 15 años.Vamos, el milagro económico español ( aqui van las risitas). Al final, claro esta, el monstruo nos esta devorando.

    Tu abuelo era CONSTRUCTOR. Ahora se llaman "promotores inmobiliarios", "sanguijuelas inmobilarias más bien". Todo lo que has relatado era porque el tenia VALORES, los sujetos estos ( y sus complices bancarios) solo conocen un valor....¿hace falta mencionarlo?

    Por cierto, maginifico blog. Mucha suerte :)

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por los deseos y los halagos, sobre todo viniendo de la persona más inteligente y mayor cultura que conozco.

    Suscribo cada palabra de tu comentario, no podría haberlo expresado mejor.

    Un abrazo grande y extenso. ;)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Jodido

Consecuentes

El trabajo más hermoso del mundo