Creadores.

Cuando en la gala de los premios Oscar de 1993 Fernando Trueba, acompañado del productor Andrés Vicente Gómez, subió al escenario del Dorothy Chandler Pavilion para agradecer el premio otorgado a Belle Époque como la mejor película extranjera de aquel año se felicitó de no creer en Dios para así poder agradecérselo a Billy Wilder. Hubo quien vio en el gesto del director una blasfemia en toda regla al pretender equipar al director de las memorables El apartamento y El crepúsculo de los Dioses (entre otras) con el Creador.

Yo a estas alturas no se muy bien en que creer. Quizás sea que uno va cumpliendo años y se va volviendo más descreído. Tengo una infinita confianza en las personas a las que aprecio y quiero, pero no tengo muchas más creencias más allá de esos afectos.

Me produce una pereza descomunal reflexionar ante un Ser Todopoderoso que nos vigila y escruta, “alguien” tan sumamente caritativo que permite que mueran cientos de miles de personas por algo como la Fe. Su representante en la tierra se empeña en martirizar usos y costumbres que están en el día a día del mal llamado primer mundo que podrían evitar más muertes en el peor llamado tercer mundo (algún día alguien me tendrá que explicar donde esta el segundo mundo, quizás en la medalla de plata no pasen estas cosas).

No quiero convertir este post en un alegato anti-Iglesia ni anti-religión, y diré a favor de la institución que es de agradecer que fueran los precursores de los servicios sociales, aunque luego pienso en Galileo Galilei y me pongo de mala hostia.

En todo caso cada día que pasa me reafirmo en una idea individualista que espero de resultados de cara a los demás: a los que aprecio y quiero, esa idea está basada en que cuanto más se crea en uno mismo en mejores circunstancias podremos acometer esa “obra” tan compleja y satisfactoria que es hacer felices a los demás (algo que logró Wilder con sus películas, al menos conmigo).


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