Despertando.

Tener trece años, ser un soñador, ir al cine un domingo de primavera a ver “Cyrano de Bergeraç” y amar en modo discreto a una compañera de clase no puede dar buen resultado.

Ver en pantalla al gran Cyrano con su enorme nariz ayudar al cadete Christian a seducir a Roxana con la ayuda de cartas, poemas y un lenguaje inalcanzable no pasaría por nada más que por otra historia de tantas que durante el romanticismo abundaban y entretenían a damas ociosas y caballeros prestos. Pero no, el personaje interpretado por el imponente Gerard Depardieu siente tal inseguridad por su aspecto que le impide declararse a su amada prima y se obliga a ayudar al inepto intelectualmente, pero guapo en lo formal, nuevo cadete que ha quedado prendado de la más hermosa de entre las hermosas.

(No recomiendo seguir leyendo a partir de este párrafo en caso de no haber leído la obra original; desconocer la historia en que se basa; haber visto alguna de las películas inspiradas en la obra de teatro o haber asistido a una representación teatral sobre el texto de Edmond Rostand.)

Cyrano en sus últimos días es constante en sus visitas a Roxane, un día sufre un accidente que le provocará la muerte si se levanta de la cama y acude a su cita. Más fuerte que su deseo por vivir es ver a su (secreta) amada cada tarde. El amor que sentía ella por Christian (muerto en combate) a través de las cartas escritas por el bueno de Cyrano no era fruto de la belleza del cadete sino por las palabras sinceras y desde lo más profundo de un poeta sin puerto. La lectura de una de las cartas fundamentales en el relato es recitada por Cyrano de memoria, sin necesidad de seguir las palabras sobre un viejo papel; no es obstáculo que Cyrano, ya perjudicado, se esté muriendo para que Roxane descubra que de quien ha estado enamorada (en un silencioso desconocimiento) es ese viejo soldado valiente para la guerra y cobarde ante la belleza.

Como decía al principio tal historia conmovió a un cadete sin espada pero enamorado de una compañera de colegio. Para ella él era poco más que un compañero de EGB al que olvidar tras su ingreso en el Instituto; para él ella era la definición de la belleza serena, discreta y risueña.

Tras la película, el adolescente quiso llegar pronto a casa, tomar papel y bolígrafo (a falta de pluma) y escribir una carta que enamoraría a la chica, fue un duro descubrimiento para el joven desconcertado comprobar como lo que se admiraba en pantalla no tenía porque tener su correspondencia en nuestras vidas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jodido

Consecuentes

El trabajo más hermoso del mundo