La Redención.

Dentro de la literatura universal hay una obra que comprende algunos de los rasgos más importantes que ha de contener una obra maestra: épica, contexto histórico, la dualidad entre el bien y el mal y el carisma arrollador de sus personajes. “Los Miserables” de Victor Hugo contiene eso, y mucho más.

Y como de una obra de este calibre se ha escrito tanto y tan bueno (empezando, como es lógico, por la misma) no voy a hacer ni estudio, ni reseña ni nada parecido, tan sólo quiero centrarme en la relación que mantienen a lo largo de la novela Jean Valjean y Javert.

Sin entrar en detalles que dejo para el deleite al descubrirlos en la lectura de la obra maestra de Hugo, puedo decir que a mi juicio nunca se ha expresado con mayor belleza la relación entre el bien y el mal, representado en los dos personajes mencionados.

Valjean es un ladrón que roba para comer y sufre condenas inhumanas en cárceles infernales que le llevan a convertirse en un salvaje, Javert es un policía que cumple a rajatabla con su cometido. Pero en el momento en que el primero busca la redención a través de sus acciones el lector no tendrá otra opción que tomar partido por él.

Valjean ayuda en todo lo posible, y más, a quién requiere su ayuda, crea riqueza con la intención de repartirla y no duda en dejar su cómodo seudónimo, Sr. Magdalena, para evitar que envíen a prisión a un pobre infeliz a quien confunden con Jean Valjean.

La bondad máxima, la generosidad ejemplar y la auto-inmolación necesaria para lograr aquello que anhela: el perdón de la sociedad por sus actos previos.
Pero Javert no está dispuesto a dejar escapar la ocasión de cumplir hasta las últimas consecuencias la ley, y cuando llegado al punto en que el deber choca bruscamente con la ética no tiene otra manera de resolverlo que con su propio sacrificio.

Aquí no sería útil una expresión tan castiza como ni uno es tan malo ni el otro tan bueno, los dos son seres en busca de lo mismo: hacer las cosas correctamente sin importar si con ello cruzan líneas morales o legales difuminadas por el inquieto contexto histórico que les acompaña en la magna historia.

Javert es un funcionario hiper-eficaz al que habría que achacarle una rigidez y exceso de celo que no le lleva a ver más allá de las instancias oficiales.
Jean Valjean es un ladrón que por robar un mendrugo de pan deberá hacer el bien hasta el fin de sus días, aunque nunca con su propia identidad.

Han pasado más de doscientos años y aunque hoy en día tenemos viajes espaciales, trasplantes de corazón e internet somos incapaces de encontrar un termino medio en el que la rigidez del sistema impida casos de injusticia moral investida de justicia legal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jodido

Consecuentes

El trabajo más hermoso del mundo