Barry.

Barry quiere conocer a su padre, que fue lo que hizo, porque lo hizo y con quién; Barry en su viaje desde Hawai hasta Kenia, pasando por Los Angeles, Nueva York y Chicago vive la ausencia del padre, su mestizaje y una infancia repartida entre el estado más joven de la unión e Indonesia haciéndose toda suerte de preguntas en busca de unas respuestas sobre una figura ya desaparecida pero que dejó tras de si una historia que, en definitiva, ha sido la base de la personalidad de Barry (diminutivo de Barack Obama).

Mucho antes de ser presidente de los Estados Unidos; antes de ser senador por el estado de Illinois; incluso antes de conocer a su esposa, Michelle; o de ser abogado; trabajador comunitario en South Side (ejemplo de la depresión en Chicago) o estudiante en Harvard, Barry era un niño que correteaba por las playas de Waikiki o los arrozales en las afueras de Yakarta desconocedor de la historia de una familia que le esperaba en Kenya para contársela y sin saber que provenía de una tribu llamada “luo”.

Leyendo el magnifico libro de memorias “Los sueños de mi padre” no queda otra que disfrutar del maravilloso estilo narrativo del que ahora es el hombre más poderoso del mundo, pero más allá de eso me queda la sensación de que el mundo está mejor si, no teniendo más remedio, lo dejamos en sus manos.

La enorme sensibilidad con la que relata sus años hasta llegar a la pubertad, la adolescencia revoltosa y una juventud comprometida (no exenta de juergas) trenzan una historia que atrapa desde la primera línea y es que el sentido común que destila en cada frase o la complicidad que alcanza con el lector a base de guiños e inteligencia emocional son un buen bagaje para dirigir un país.

Mi padre siempre ejemplifica los lamentables años Bush Jr. con una anécdota: unos meses después de que diera la orden de atacar Irak se subió a un caza, aterrizo en un portaaviones y casco en mano y actitud ridícula anunció el fin de la guerra. Y es que imagino a Walker Bush viendo en la Fox como la estatua de Saddam se iba al carajo y junto a Dick Cheney, Condolezza Rice y Donald Rumsfeld decidir que todo había terminado. Después de aquello: decenas de miles de iraquíes muertos y miles de soldados norteamericanos envueltos en una caja decorada con las barras y estrellas vomitados en los informativos durante seis años (y lo que queda).

Después de leer su autobiografía no me puedo imaginar una escena similar con Barack Obama siendo el protagonista, aunque es cierto que no ha sabido como terminar con Guantánamo, no ha podido con los republicanos para lograr una mejor sanidad para todos y desde luego le ha costado la misma vida evitar la quiebra técnica de los EEUU.

2012 será un año de elecciones, de aquí al verano que viene contemplaremos una batalla por el poder republicano que ha dar como resultado al oponente de Obama por sentarse en el despacho oval, pero si los rivales del actual presidente son del tipo Rick Perry o Michelle Bachmann va a ser muy difícil que no veamos otros cuatro años de la administración actual.

Dicen los que entienden de política norteamericana que la segunda legislatura es aquella en la que el presidente se siente más seguro para llevar a cabo sus políticas más arriesgadas (ya que no tiene el miedo a perder la reelección), por lo tanto espero ansioso el cuatrienio 13-17 para ver lo que Barry es capaz de hacer para hacer de este mundo un lugar un poquito mejor.