Insomnio.

El insomnio es un estado muy cabrón. A diferencia del cansancio, que es traicionero, el insomnio va de frente, te hace todas las putadas sin dobleces ni aristas. Simplemente está ahí, quieto y silencioso.
Cuando estaba trabajando en la fábrica durante diez horas al día y además trataba de sacar adelante unos estudios me daba bastante por saco no poder “sufrir” insomnio. Habría aprovechado mejor el tiempo y el estado semi-catatónico que tenía por aquellas fechas tampoco se habría visto agravado en demasía si en lugar de dormir seis horas hubiera dormido dos.

Mario Conde hace unos cuantos años en una entrevista, cuando se encontraba en todo su apogeo de gomina y lustre, declaraba dormir sólo cuatro horas, por lo visto eran suficientes para presidir uno de los bancos más importantes del país. Claro que visto lo visto a lo mejor los accionistas habrían preferido que durmiera algunas horas más y robara unos millones menos.

Yo que no presido ningún banco ni estudio en estos momentos dedico mis horas de insomnio a escribir algunos de los post que luego cuelgo en el blog. Sería la leche aprovechar las noches en las que no pego ojo para hacer algo mas rentable económicamente, como por ejemplo encaje de bolillos, pero mis neuronas a diferencia de mis ojos si están cerradas a estas horas cual mercería de barrio (esta confesión sobre mi ausencia neuronal a la hora de escribir dice bastante de mi, no se si bien o mal).

Por cierto que esta noche aun ando perplejo ante el “educado” enfrentamiento que han tenido los peregrinos con los manifestantes laicos la tarde del miércoles, y es que no salgo de mi asombro ante lo que salía de las boquitas y los dedos de los fieles que van a tener que confesarse (en algunos casos) reservando una tarde entera para poder expiar sus pecados verbales y gestuales ante los perroflautas vagos y maleantes laicos.

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