No se, no se.


Como uno de esos mapas que muestran la red de autopistas y carreteras, así imagino los vínculos que establecemos a lo largo de nuestras vidas con otras personas.

La familia es el primer lugar en que establecemos una red invisible y por la cual deambulamos serenos y seguros, nuestra madre nos ofrece un área de protección, alimenta y mantiene sanos y limpios. El padre (en su concepción tradicional con tendencia a cambiar, afortunadamente), como cabeza de familia trae el sustento a casa y gracias a su trabajo podemos irnos de vacaciones, comprar videojuegos y las zapatillas que más nos gustan. Padre y madre, a su vez, crean un vínculo de trabajo complementario. Pueden trabajar los dos fuera de casa, puede ser uno, o ninguno, pero se ayudan y entienden. Un lazo de respeto que impresiona a los hijos que lo exteriorizarán cuando tengan la más mínima oportunidad.

Los hermanos son un equipo, todos a una. Puede haber un elemento desestabilizador que trate de hacer estallar uno de esos puentes que conforman esa red imaginaria de carreteras, pero es muy complicado que fructifique. El cariño y el estar pendiente de tus hermanos es superior a eso. Todo debe tender a solucionarse.

Luego los familiares fuera del ámbito nuclear, primos, abuelos, tíos, familia política,... actores secundarios como esas carreteras que nos llevan a lugares a los que a veces queremos ir, y otras no. La vinculación deja de ser fuerte cuando no hay nada que aportarse mutuamente, podemos conservar un leve roce que nos haga sentir mejor con nosotros mismos. Pero es ilusorio.

Los vínculos que mantenemos a lo largo de los años con los amigos, los de verdad, los que saben de nuestro estado de ánimo con sólo un breve vistazo, una inflexión de la voz, o un gesto en la lejanía. Una autopista hacia la felicidad necesita áreas de servicio como esos amigos que se suman, se bajan del carro o renacen.

Los vínculos con las ideas, con los enemigos, con nuestra propia razón de ser; queremos ser libres sin pagar la factura que nos extiende la responsabilidad. Nos gusta sentirnos bien, y hacer que los demás también se sientan. Somos generosos y el ser humano recorre esas carreteras comarcales de difícil conducción pero feliz destino.

La montaña es un obstáculo bello y siniestro al mismo tiempo. El océano se tambalea al ritmo que marcan las olas y un ejercito de espuma brilla en el rompido. Los vínculos como un mapa de carreteras; los afectos como el héroe que lucha contra soledades sin horizonte; las risas y las reuniones con quien amamos como el modo en que sentirnos libres deja de ser un sentimiento para ser un lugar confortable y eterno.

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