Universo Allen (I).


Val es un director de cine que, caído en desgracia por una serie de fracasos comerciales y de crítica, se ve obligado a dirigir una película con el rollo típico de Hollywood: control exhaustivo del productor, exigencias de marketing y equipo de rodaje impuesto, pero no puede negarse ya que corre el riesgo de caer en el olvido y necesita volver a ponerse tras las cámaras. Es tal su empeño que aunque despierta una mañana con una ceguera repentina no se atreve a decírselo a su jefe y toma al director de fotografía (un chino que apenas habla inglés) como su “intérprete visual”. Como no podía ser de otro modo el rodaje se convierte en una gymkana en la que ha de evitar ser descubierto para terminar una película medianamente decente y recuperar a su ex-esposa (que mantiene una relación con el tío que ha puesto la pasta para dicha peli).

Mel es un personaje de Harry Block, y Harry Block está en de-construcción. Mel es, en el relato escrito por Harry, actor y durante un rodaje el operador de cámara advierte al director que algo pasa con Mel, está desenfocado. No son las lentes ni una reacción alérgica. Acude al médico y este solo acierta a ofrecerle unas gafas a su familia para que no se mareen al mirar a su padre y esposo. Un actor desenfocado.

Scott Dandrigde sufre dolores de cabeza y un terrible ataque de republicanismo: defiende la tenencia de armas y el libre mercado salvaje. Sus padres, élite intelectual y demócratas convencidos, no dan crédito al giro ideológico de un hijo que parecía tener muy claros sus principios. Ahora no.

Val, Mel y Scott sufren un cambio en sus vidas que les condiciona en sus acciones; mientras el primero es incapaz de planificar una sola escena sin la ayuda de unos ojos prestados Mel se encuentra de golpe con el peor de los temores para un actor, la inseguridad máxima y la incapacidad para solucionarlo por si mismo, lo de Scott tiene fácil solución: cirugía. Un tumor cerebral que propicia el cambio ideológico y que al extirparse devuelve la vía demócrata al enfermo.

La genialidad, a mi juicio, es crear cosas que a nadie se le ocurren. Un tumor que te vuelve republicano es una genialidad, y un actor desenfocado también. Woody Allen es un genio, cada año nos da muestras de ello y en este 2011 no ha faltado a su cita con una maravilla titulada “Midnight in Paris” en la que cada media noche el personaje interpretado por Owen Wilson se da un garbeo por el Paris de los felices veinte con Picasso, Hemingway, Belmonte, el matrimonio Fitzgerald o Gertrud Stein.

Hay demasiadas muestras de ese genio en el cine de Allen como para resumirlo en este post, así que me vais a permitir iniciar una pequeña serie de artículos en los que iré hablando (poco a poco) de los personajes que iluminan el cine de este fulano extraño y muy listo que nos hace tan feliz a tantos.

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