Nunca.


Supongamos por un instante que en la actualidad vivimos lo mejor de nuestra historia. Que nunca hemos tenido mayor democracia; que nunca una sociedad ha vivido con mejores condiciones de salubridad e higiene. Y que la sanidad, la educación y los servicios sociales son, en comparación a lo registrado en la historia, ejemplares.

Sigamos suponiendo, las personas nunca han disfrutado de un mayor catálogo de derechos, que las obligaciones son cumplibles y que la autoridad nos protege del mismo modo en que nosotros la respetamos. Imaginemos que nunca un estado del bienestar fue tan estable como en la actualidad y que por muchas dificultades que pasemos nunca un niño morirá de hambre (sin duda hablo de España).

Pero hay mucho más: la mejor red de autovías que nunca pudimos soñar; la posibilidad de viajar a toda leche en tren; y viajes a Londres por cuarenta euros (o menos). Becas Erasmus, universidad para (casi) todos; un montón de especialidades en Formación Profesional, internet casi en todos los hogares, y más teléfonos móviles que personas. Cientos de tiendas de moda a precios ajustados; todos los partidos de fútbol en televisión. Y cine en 3D.

Teles planas, mini-ordenadores, cables HDMI,...toda la tecnología al alcance de casi todo Cristo. Leemos el periódico en internet sin pagar un euro; leemos libros gratis y visitamos museos por la cara gracias a Google. Tenemos tantos canales de televisión que el zapping en si mismo ya es una actividad de ocio.

Tenemos un Estado del Bienestar de primera.

Pero según los dos grandes partidos hay que establecer un techo de gasto que marque el límite para no caer en bancarrota. Hace unos días en un post sobre la candidata republicana Michelle Blanchmann le achacaba como algo negativo su oposición a votar frente a algo parecido en los EE.UU. No es lo mismo, ella lo hacía, bñasicamente, por joder a la administración Obama.

Partido Popular y Partido Socialista quieren, a toda leche, aprobar una reforma constitucional que ampare un hecho insólito en nuestro pequeño y amable país: evitar el déficit aunque dejemos el estado del bienestar en minúsculas.

Soy consciente que todo lo mencionado en los primeros párrafos (salvo la educación, sanidad y servicios sociales) no tienen nada que ver con un verdadero bienestar social, pero todo lo mencionado después, de un modo u otro, genera riqueza (cultural, tecnológica,...).

Soy un firme defensor del déficit público si este es a consecuencia de tomar medidas que palíen el lamentable estado de millones de familias que se ven en serias dificultades económicas.

¿Bancarrota? Siempre podemos vender Marbella, el Teatro Romano de Mérida y La Mezquita o pedir un préstamo a esos simpáticos banqueros que tanto hacen por crear(se) una interesante riqueza.

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